No voy a hablar de arte religioso, ni de la iglesia.
Es más, voy a hablar de los profetas antiarte que se encargan de que las personas dejen de creer en todo. Avelina Lesper, por ejemplo nos habla del arte como algo que ya ha muerto, como si nos tuviéramos que quedar en la historia y no ver el presente, ha creado con sus criticas un gran escepticismo por el arte contemporáneo. Nadie niega el hecho de que hay una gran cantidad de obra carente de estética, concepto, belleza, pero, ¿quién dice que años atrás todos eran genios? ¿acaso no es obvio que antes no habían los medios independientes que permitieran mostrar la gran experimentación creativa y que hoy está masividad permita cuestionarse no y hasta confundir a los más grandes críticos e historiadores sobre el concepto de la estética más aún al llegar la hiperculturalidad a nuestras vidas?. La creación desde la defactifización era evidente que iba a cambiar la forma de ver y entender el arte y a su vez iba destacar elementos únicos. Por ejemplo, cuando hacemos un avalúo de una pintura antigua se tenía en cuenta: la firma, la época, la técnica, el precio en el mercado internacional, la conservación y los hechos históricos a los que sobrevive la pieza. Pero si vamos a avaluar una obra de arte contemporánea, es una sumatoria del impacto cultural emergente de los medios de comunicación, del conocimiento cultural del artista de acuerdo a los elementos universales que la obra pueda transmitir por medio de su objetividad semiotica, las técnicas aprendidas o desarrolladas realmente pierden un valor importante por que la industria facilita llegar al punto de nieve del material con la que el artista se desea manifestar y toma valor por el coleccionista o institución por las que haya pasado la obra. El acontecimiento histórico es solo el canal de empatía con los espectadores. Incluso, las reacciones que hoy se ven en las redes sociales se quedan pequeñas, para las reacciones masivas que puede generar una obra impactando en los diferentes canales de comunicación. Entonces el comunicador frente al critico podría ser incluso más idóneo para hablar del valor de una obra por que investiga sobre el acontecimiento y la consecuencia de la obra en el medio, sin destacarse por su conocimiento en la historia del arte como personaje sino como investigador que representa toda una estructura institucional, convirtiéndose en la nueva fe de la audiencia.

Obras contemporáneas como Papá muerto (1996) del escultor australiano hiperrealista Ron Mueck, quien trabaja también en la creación de utilería y “animatronics” para la industria de la publicidad, destáco la ciencia de la imagen en su obra, logrando sin palabra alguna, causar impacto en el público que conoce sus obras al desafiarse comunicarnos los pequeños que podemos ser ante una realidad. La artista Colombiana Doris Salcedo quien con la obra «fragmentos», rompe completamente con el esquema mental de la obra escultórica como única forma de monumento homenaje para momentos históricos y lo explica más bien como una creación extensiva y portátil, es un trabajo útil a la sociedad desde la creación hasta la instalación en espacios que se articulan al concepto mismo de la obra, dejando visible el protagonismo de su elaboración al sentimiento de impotencia y rabia de las mujeres víctimas de la violencia sexual en el conflicto armado del país, sanando viejas heridas que no se reparan solo con el paso del tiempo. Para la creación de esta obra ellas hacen el ejercicio liberador de martillar estas piezas para ser aplanadas y convertirlas en tabletas metalizadas que cubren el suelo, como colocándonos en su realidad y en su historia.

Esto me cuestiona por la frase que afirma Paula Silva, actual Gerente de ates e industrias creativas de British Council,: «El arte no sirve para nada», dicha en una de las vídeo conferencias de turismo cultural en el marco de «Apuestas creativas para fortalecer el turismo doméstico en tiempos del covid-19», refiriéndose a que las artes tradicionales no cumplen ninguna función como lo hacen las artes aplicadas. Me cuestiona por que pareciera otra intención de hacer perder la fe en el arte, en su papel más básico como ventana a la belleza y lo invisible, como ungüento para las heridas, como medio de comunicación intuitivo y a mi parecer, su función como medio entrópico para la neutralidad de los detonantes de la vida. ¿Es la obra deRon una muestra de arte tradicional, popular, o es arte aplicado?, ¿Es la obra de Salcedo un arte aplicado realizado con técnicas de arte tradicional de la metalurgia? o es un trabajo de arte tradicional como la escultura que pasa por un proceso de arte utilitario explorador de emociones y termina en una muestra de arte tradicional. ¿Ahora, a lo que se refieren los posibles profetas del ateísmo artístico es que las artes solo deben ser útiles físicamente o puede existir una utilidad emocional, cognitivo o experimental?. Yo no pondría brecha, las artes tradicionales pueden ser útiles pero de diferente manera, las manualidades son útiles, la experimentación es útil, tal vez es la inconformidad de que en la mayoría de casos solo es útil para quien lo hace. Lo que diferenciaría es el valor. Yo tengo una fe ciega en la artesanía, es de alta estética, útil, está mejor estudiado su mercadeo, tiene riqueza cultural y conocimientos ancestrales y sirve como conocimientos básicos para la innovación industrial. Pero también tengo fe en obras contemporáneas que revolucionan e inspiran al mundo.
Creo que esta pregunta nos la debemos hacer los artistas, porque si vamos a crear una obra pictórica sin pensar en desarrollar en el público el gusto por la riqueza estética que genere esa sensaciones y placeres que definen esta palabra, entonces ¿para qué estamos trabajando? Tal vez personas como Antonio García Villarán, youtuber creador del término «hamparte» son artistas que se han dedicado al estudio de las artes y la separación de la obra de arte con la obra retórica y falsa que vive solo de la palabra de las galerías que sobre costean trabajos artísticos, y es un término que no cabe solo para las artes plásticas sino que en todas las artes hay protagonistas del «hamparte» y sé que por su cabeza están pasando unos cuantos. Por ejemplo: la cantante prediseñada cuya voz y sonidos es completamente estilizado en consolas de edición, compitiendo frente a la voz de Katerin Andrea Muñoz Muñoz, actual ganadora de la categoría de Voz en el concurso de Música Andina «El Mono Nuñez». Y sabiendo todo esto ¿a qué producto le tenemos más fe?… Esta comparación que hace Antonio, considero que nos devuelve la fe en ponernos sobre la mesa aquellos elementos que nos llevan a elegir un buen trabajo artístico.
¿Por qué no perder la fe?
¿Has escuchado hablar sobre el trozo papel en la frente para quitar el hipo de los bebes? bueno, estos son conocimientos que se crean después del ensayo y error, convirtiéndose en creencia cuando un gran número de personas lo respaldan, hace parte de la investigación cualitativa y te permite conocer e interpretar la cultura de una tribu que te puede considerar salvaje al no comprender sus formas de vida. Estas creencias son paradigmas que vamos fortaleciendo o eliminando por medio del conocimiento científico. Los paradigmas del arte siento que han crecido con la gran cantidad de información, diversificación y llegada de híbridos tecnológicos e ideológicos. El cine y las producciones audiovisuales parece ser de las artes más dedicadas al estudio consciente siendo la dirección de arte una de las profesiones que más admiro ya que para hacerlo se debe tener en cuenta todo lo que la imagen y el sonido puede comunicar para generar emociones pasando por símbolos, iconos, filtros, composición, anatomía, dibujo, guion, poesía, música…etc. Los Artistas plásticos pasan a ser inspiradores de las escenografías que culminen el clímax del concepto a mostrar.
Entonces el arte del cine en ciencia ficción ha logrado ser tan detallista en todo este proceso, que ya han logrado generar una sensación de profecía que pueden terminar siendo reales. Creemos en el cine como pieza esencial para entendernos como humanos. Creo que no estamos entendiendo el poder del arte, el hecho de que si le dedicas tu vida al arte eres un profeta que divulga y aplica la creencia en el arte como un medio de transformador social, para ser mejores humanos, para detener tanta maldad, tanta violencia, para evolucionar, para creer que somos los únicos que podemos cambiar esta realidad.
Más cuando no creemos en nada y pensamos que el arte no sirve, no existe, nos es indiferente y no hace parte de los contenidos académicos, no hace parte de los planes de desarrollo, no hace parte de las actividades familiares o personales, cuando un docente de artes se dedica a enseñar una técnica artística de limitación creativa para todo un año de labor académica o no tiene estudios es artes que le permitan un contenido más allá de las meras manualidades, cuando un alcalde no paga el trabajo artístico por ser local, cuando un país descuida las políticas culturales en los proyectos de infraestructura y ejecución de proyectos…en fin…cuando pasan estas cosas, la responsabilidad no necesariamente recae en el gobierno, sino en los artistas que hemos ido perdiendo la fe en el poder del arte.
La fe ciega de Miguel Ángel por transformar la forma de ver la iglesia, la fe ciega de Leonardo Da Vinci de transformar el dibujo en uno de los avances más importantes de la ciencia en el estudio del cuerpo humano, la fe ciega de Ron Mueck por transformar la forma de ver a las personas entendiendo todos los defectos que los hace humanos, la fe de Salcedo al creer que su trabajo realmente está acompañando a las víctimas y que minimiza la violencia que genera el dolor en las personas..
Entonces, ¿valdría la pena?