By: Nydia Rivera

DESPERTÉ Y CERRÉ MIS OJOS

A los 7 años…

Desperté y vi el sol entrar por mi ventana. Poco a poco los sonidos se aclaraban y la voz de mi familia retumbaba por las paredes con carcajadas. El televisor revelaba un día de abrigo y tarde de lluvia. Estuvimos juntos caminando por el parque, pintamos con la arena, miramos el horizonte y vimos una película. Hasta que mis ojos se cerraron.

Desperté y vi el humo de la leña entrar por mi ventana. Aún estaba oscuro, pero mi cerdito me esperaba impaciente. Con mi chaqueta y mis botas cargadas de tierra salí a buscarlo. Los conejos, las gallinas y las cabras casi hablaban de la dicha al verme. Alcalde y guardián me seguían a todo lado. Con mi hermana en mesa desgranamos mazorcas mientras nos daban arepita con chocolate. Ese día estábamos corriendo para alcanzar a tener los envueltos para la hora del bazar de la vereda. Sandra ya subía con la leche calientica recién salida de la teta. Llegamos al bazar y jugamos, bailamos, y comimos mucho. Veía que mi papá no dejaba de lado el vaso de guarapo, tomaba y tomaba. Ya en mi casa trataba de dormir, pero los gritos de mi madre asustada por las heridas de mi padre que su compadre borracho y molesto le había proporcionado, me quitaron el sueño. Paso un tiempo y las cosas se calmaron. Luego un gran silencio acompañado por los grillos del bosque, los cantos de los búhos y el agua de la quebrada me devolvieron la paz. Hasta que mis ojos se cerraron.

Desperté y vi el despertador sobre la mesa a punto de caer. Poco a poco los sonidos se aclaraban y solo se escuchaba el tic toc del reloj. Mi hermana ya había salido a sus clases de piano y francés, mi madre dijo estar en el trabajo, pero sé que esta con alguien que la hace sentir bien. Es el quinto día de un largo viaje de mi padre donde dice aún no poder regresar y abajo, en el primer piso, escucho a Guillermina viendo reeles en el celular. Pasan dos horas de hablar con mis amigos por internet para darme cuenta de que es hora de comer algo. Desde mi ventana se ven como son menos carros en el parqueadero. En la tarde me conecto a jugar con gente desconocida, hablo con gente desconocida y en esta dinámica una chica deja prendido el micrófono. Escucho con atención y se oye la voz de su padre, de su madre, de su hermano alistando todo para almorzar. De pronto se siente la soledad más fuerte, el silencio más fuerte, el encierro más grande. Así cayó la noche, mi hermana en su cuarto, mi madre dejando la comida en el microondas y mi padre con un mensaje de internet. Hasta que mis ojos se cerraron.

Desperté y vi que ya era de noche. Poco a poco los sonidos se aclaraban y escuchaba como pasaban personas por mi lado desprendiendo un sentimiento de desprecio y lastima. Recordaba a mi madre en el suelo mirándome con vergüenza mientras un desconocido abusaba de ella. Recordé a mi hermana callada a mi lado tratando de no mirarla. Recuerdo la comida de mi abuela en el plato de plástico y acompañarla a la tienda con la vergüenza de volver a pedir fiado el mercado. Cada recuerdo doloroso va tomando tonos brillantes y suaves como almohadas con cada respiro, Ya no siento hambre ni dolor en mis pies al caminar sin rumbo por la ciudad. Pero lo que nunca desaparece es ver aquella madre con su hijo y sentir que quisiera estar en su lugar. Amaneció y el sol calentó mi helada cara. Hasta que mis ojos se cerraron.

Desperté y vi que las cortinas volaban sobre mi cama. Poco a poco los sonidos se aclaraban y la lluvia golpeaba los techos y las ventanas. Mi hermana de la mano de mi madre me llevaba al refugio de la casa, desayunamos una lata de atún y galletas. Se sentía como las paredes se doblaban para salir al son del viento y los agujeros creaban fuertes silbidos sostenidos. Pasaba el tiempo como horas en solo minutos. Cuando llegó el silencio todo tomo un ambiente grisblanco, solo quedaron partes de la cocina y el baño. Como si hubiera pasado una gran aspiradora y se hubiera llevado todo. Solo volví al refugio y dejé ir mis cosas con cada lagrima. Hasta que mis ojos se cerraron.

Desperté y vi una nube de polvo que cubría mi cara. Poco a poco los sonidos se aclaraban y los gritos retumbaban en las paredes agrietadas, vi los pies de mi hermana en el suelo y el cabello de mi madre sobre su rostro, mi padre no estaba, aún hoy no sé donde está. Sin luz entraron personas desconocidas y gritando me tomaron de las piernas y mi cuello para llevarme a otro lugar donde atendieran mis heridas. Mi vista se nublaba con las lágrimas, mi vista disociada tenia mil preguntas. Pasé todo el día escuchando y viendo gente que me miraba con tristeza, rezaban, frotaban mi frente y me contaban una y otra vez. Hasta que mis ojos se cerraron.

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